2003-01-29
El secreto mejor guardado
Ciencia y secreto son dos palabras que pegan raro. Las descripciones clásicas (y un tanto simplistas) del proceder científico establecen que métodos, datos y resultados deben ser sometidos al escrutinio de la comunidad científica. Obviamente esta exigencia puede quedar en suspenso en determinados casos, como cuando dos equipos compiten por llegar primero a la solución de un problema o existe la posibilidad de que el descubrimiento pueda ser objeto de alguna patente. En cualquier caso, se trataría de excepciones temporales y los detalles de estas investigaciones llegarían eventualmente al dominio público.
Existen otras situaciones en las que el secreto es una parte necesaria de la investigación. Supongamos por ejemplo en un microbiólogo especializado en SIDA descubre accidentalmente un método muy sencillo para potenciar la resistencia y la capacidad de contagio del virus; una técnica tan sencilla que cualquier estudiante de bachillerato pudiera completarla en la cocina de su casa con una gota de sangre y un juego de química elemental. ¿Alguien duda que semejante hallazgo deba mantenerse en secreto? Este tipo de situaciones son infrecuentes, pero lo suficientemente habituales como para que en estos momentos exista un vivo debate sobre la necesidad de que los científicos establezcan un código de autocensura en investigaciones cuya difusión supone un riesgo evidente para la sociedad.
Pero eso no es todo. A lo largo del siglo pasado buena parte de la ciencia se realizó al amparo de programas militares que tenían como objetivo el desarrollo de nuevas armas, la conquista del espacio o simplemente la disuasión, ingeniosa metáfora de la vulgar amenaza. Algunos de estos proyectos sentaron las bases de eventuales programas de investigación "civil", como ocurrió con el desarrollo de la bomba atómica y la física de altas energías o los reactores nucleares para la producción de energía eléctrica. Otros, por el contrario, supusieron la inversión de ingentes cantidades de recursos en fiascos como las sucesivas guerras de las galaxias, cuyos presupuestos teóricos no reúnen las mínimas condiciones para ser considerados científicos. El carácter secreto de estas investigaciones las sustrae del escrutinio de la comunidad científica y el resultado suele ser una ciencia extraordinariamente costosa y de muy poca calidad. Por no hablar del peligro que para una sociedad democrática supone la existencia de vastas parcelas eximidas de los controles que se imponen al resto de las investigaciones.
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posted by vendell 08:48
8 Comments
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Comentarios
1
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De: Martin Pawley |
Fecha: 2003-01-29 09:07 |
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Y que se entiende por "riesgo evidente para la sociedad"? La clonación, la investigación genética, podrían serlo?
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De: El Paleo-freak |
Fecha: 2003-01-29 09:42 |
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Hombre, Pawley. Pues no, no son un "riesgo evidente" en absoluto. Salvo para algunos fundamentalistas.
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De: Vendell |
Fecha: 2003-01-30 03:54 |
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Estoy con Paleo-freak, cuyos amigos se extinguieron por "riesgos evidentes" cuya magnitud no es comparable con las perturbaciones éticas que conllevan la clonación o la investigación genética.
En cualquier caso, resulta ingenua la postura de aquellos científicos que salen del laboratorio y hacen plisplas con las manos diciendo, ahí tenéis el invento, ahora apañároslas como queráis.
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De: Martin Pawley |
Fecha: 2003-01-30 06:39 |
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That is the question, friends. Toda investigación tiene, siempre, vertientes aprovechables para causar daño. ¿Hay, entonces, riesgos que "sí", y riesgos que "no"? En ciencia, si algo es posible, acabará sucediendo, tanto si es ético como si no lo es, al margen de moralidades, riesgos, peligros y demás cuestiones. Así que dudo mucho de la posibilidad de controlar y silenciar los "riesgos evidentes". Hay que asumirlos, sin más.
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De: Vendell |
Fecha: 2003-01-30 09:41 |
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Pues no van por ahí los tiros. Hay ciertas especialidades tan "sensibles" que como no se autoimpongan la censura se la van a exoimponer.
Y recuerde que estamos hablando de riesgos evidentes como los que se comentan en el texto, no peregrinos futuribles como aquello de que el tren nos iba a dejar calvos.
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De: el paseante da un giro de 360 grados |
Fecha: 2003-01-30 17:03 |
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Les dejo aquí, por si les interesa, esta cita de Max Weber extraída de su libro "El Político y el Científico" en el que analiza las distintas implicaciones éticas de estas dos actividades: "Tenemos que ver con claridad que toda acción éticamente orientada puede ajustarse a dos máximas fundamentales distintas entre sí e irremediablemente opuestas: puede orientarse conforme a la ética de la convicción o conforme a la ética de la responsabilidad. No es que la ética de la convicción sea idéntica a la falta de responsabilidad o la ética de la responsabilidad a la falta de convicción. No se trata en absoluto de esto. Pero sí hay una diferencia abismal entre obrar según la máxima de una ética de la convicción, tal como la que ordena (religiosamente hablando) 'el cristiano obra bien y deja el resultado en manos de Dios', o según una máxima de la ética de la responsabilidad, como la que ordena tener en cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción".
Por mi parte creo que en cuestiones de ética es muy difícil hacer afirmaciones generales, especialmente si éstas implican el prever las posibles consecuencias a largo plazo de las acciones, porque esto supondría en muchos casos una responsabilidad excesiva e inasumible para cualquier científico. Por eso mismo, no creo que confiar en la autocensura lleve a ninguna parte; la decisión de divulgar ciertos descubrimientos debería corresponder a comisiones especializadas e independientes que en este momento no puedo ni imaginar cómo se podrían articular, con lo cual me quedo como al principio.
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De: Vendell |
Fecha: 2003-01-31 01:13 |
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Por cierto, acabo de percatarme que el origen de este post está una cosa que salió en La cosa húmeda.
El paseante haciendo el derviche plantea una cosa interesante, cual es la de la implementación de la censura. Imaginen que quienes revisan los artículos para su publicación en las revistas especializadas forman un comité que advierte a los autores de la necesidad de clasificar como secretos algunos de sus resultados. Dichos resultados no quedarían enterrados, sino que sólo podrían acceder a ellos los investigadores convenientemente acreditados.
En este contexto, este sería el esquema de la autocensura, porque el de la censura a secas consistiría en que todos los artículos pasen por manos de un coronel de los marines que estampe el sello de tope secreto en todo cuanto papel lleve las palabras SIDA, viruela, célula madre o arbusto. Tal cual hace el cibernanny.
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